miércoles, 28 de abril de 2010

Elucubraciones de un boludo alegre.

Reflexiones insustanciales.

Elucubraciones de un boludo alegre:

Hitos más, hitos menos, igualito a la nada.

Cuando mi blog principal (que aun existe pero que con el tiempo terminará siendo replicado en éste, alcanzó el hito de las quinientas mil visitas, escribí una entrada que ahora vengo a reproducir aquí. Lo hago para asegurarme de conservar el texto pues, luego de releerla pasados meses de su escritura, terminé por aceptar que no estaba nada mal. Así que, como una forma de asegurarme su existencia más allá del destino que pueda tener el blog que contiene esta entrada desde hace meses, la vengo a reproducir aquí.



Hitos más, hitos menos, igualito a la nada.


Cuando este blog superó las doscientas cincuenta mil visitas -meses atrás- registré aquí mismo mi alegría personal por haber alcanzado ese hito. Para un blog personal, que se escribe desde la periferia del mundo y que lo firma un tipo común y silvestre, no estaba nada mal. En estos días pasé el hito del medio millón de visitas, y aunque se supone que la alegría de entonces debía ser una multiplicada por dos, no lo es.

Por supuesto, entre ambos momentos de la existencia de esta bitácora han sucedido cosas, y me han sucedido cosas… Cosas que de alguna manera u otra afectaron la marcha misma del blog, y afectaron negativamente el ánimo de quien firma estas líneas. Cosas. Cosas de la vida privada o familair, cosas graves de la vida, y cosas extraordinarias en la marcha del mundo que, de alguna manera también, me consumieron horas que bien pude haber aprovechado en otro tipo de ejercicios. Cosas.

Sin embargo, sé que debo celebrar la superación de este hito del medio millón de visitas. Si me ganara la indiferencia y no lo hiciera, sería una patente contradicción con la existencia misma del blog. Si no se me mueve un pelo ante ese éxito -menor, pero éxito al fin-, entonces, ¿para qué seguir posteando en él?
Pero más allá de esta observación de sentido común, la pregunta tiene un sentido más amplio. En efecto, para qué seguir posteando en un blog exige una respuesta clara, contundente, que vaya más allá del estado de ánimo de quien sostiene un blog. Y no hay una respuesta, o, lo que no es nada agradable, la respuesta podría ser incómoda.

José Pablo Feinmann, uno de nuestros intelectuales más populares y a la vez más interesantes desde muchos puntos de vista, ha dictaminado algo que es muy difícil de refutar, al menos con argumentos sólidos. Ha establecido Feinmann: Cualquier boludo tiene un blog. Más que un dictamen es un desafío, una provocación, tan típica en Feinmann, quien hace de la provocación un modo de excitar las neuronas de quien lo lee o escucha. No está mal. Es una provocación, sí, pero a la vez establece un dictamen que, al menos, merece ser considerado.

Veamos: Existe la sospecha de que el mundo está lleno de boludos, con blog o sin él. Esta sospecha es tan intensa que hasta podría afirmarse que se trata de una certeza. Así que sería razonable y verosímil la idea de que, desde que existen Internet y los blogs, existe la categoría de boludos con blogs como parte del universo de los boludos que desde siempre habitan el mundo.

Pero esto no implica, de ninguna manera, que cualquier blogger sea un boludo. A menos, claro, que consideremos boludos cabales, por ejemplo, a personalidades tales como José Saramago, Michael Moore, Orlando Barone o Barack Obama. Con estos ejemplos de bloggers ilustres quedaría en claro que la admonición de Feinmann tiene un sentido restringido: el boludo equivaldría, en su dictamen, a anónimo, don nadie, cuatro de copas, etc.

Así que todo blogger debe hacerse antes que nada un examen de conciencia para hacer frente a la máxima de Feinmann: ¿Soy yo un boludo que tiene blog, o soy un blogger que de boludo no tiene nada? Sustituyendo el vocablo chusco por alguno de sus equivalentes cultos, la pregunta aparece mucho más clara: ¿Soy yo un cuatro de copas que tiene un blog; o soy un blogger que de anónimo no tiene nada? La respuesta es obvia en mi caso: Soy un cuatro de copas que tiene un blog; ergo -sustituyendo otra vez los vocablos-: soy un boludo que tiene un blog.

Queda por establecer si soy un boludo cualquiera o boludo destacado. El problema que aquí se me presenta es que ser destacado dentro del universo de los boludos no aparece de suyo como un mérito, o como una muestra de excelsitud societaria, para decirlo de una manera absolutamente boluda. Todo lo contrario. Recibir, digamos, el diploma de Presidente de la AAB no parece ser un logro adquirido tras años de esfuerzos sino una suerte de sambenito estigmatizador. De verme alguna vez ante la alternativa de tener que aceptar o rechazar un cargo societario de esas características, lo rechazaría de plano. Tal vez con argumentos meramente retóricos, tales como: ¡Qué! ¿Acaso me vieron cara de boludo?

¡Ni qué decir si ese ofrecimiento surgiese de una elección interna entre los socios de tan homogénea asociación! Porque ser designado a dedo como miembro destacado de una sociedad de boludos por pares que son boludos menos lerdos que uno, vaya y pase: podría reputarse uno víctima de una boluda conspiración y conspirar boludamente en contra de esa movida. Pero ser elegido boludo destacado en elecciones universales, secretas y obligatorias por la toda masa societaria de tan egregio club sería un golpe muy duro de asimilar.

Creo, sinceramente, que el mejor argumento que podría exhibir para negar mi condición de cualquier boludo dentro del club de boludos que tienen un blog, sería el del éxito alcanzado con mi blog que es, por otra parte, la causa de esta entrada, esto es, festejar boludamente haber alcanzado la cifra de medio millón de visitas. Pero, por este rumbo me meto de nuevo en honduras. Vea usted: si la categorización de boludo exitoso parece una admisible, tal admisibilidad se diluye ni bien volvemos a sustituir el vocablo boludo por el equivalente que le da Feinmann, esto es anónimo, don nadie, cuatro de copas. En efecto, si la expresión boludo exitoso es tolerable en algún aspecto, la expresión anónimo exitoso, en cambio, es un oxímoron deplorable. A esta altura, sospecho que José Pablo Feinmann quiso dar al vocablo boludo un alcance más amplio que el de anónimo, cuatro de copas, don nadie, etc.

Y creo, también, que, de ser tal la intención del filósofo nac&pop al acuñar el dictamen, estaría en lo cierto. El punto al cual han llegado mis elucubraciones alrededor de este tema así lo demuestran. Sólo un boludo cabal pudo haber llegado hasta aquí con estas inútiles elucubraciones. Admito, pues, mi condición de boludo cualquiera. Y cambio lo de exitoso por afortunado. Quien firma las entradas de este blog es, pues, un boludo con suerte.

Ahora bien: habiendo establecido antes que el tener un blog no es muestra de boludez supina, ya que conspicuos hombres de letras, de ciencias y del pensamiento en general lo tienen, el gran interrogante que quedaría por resolver sería este: ¿Para que un boludo cualquiera querría tener un blog?

Declaro sin vueltas: las respuestas a esta pregunta son muchas y variadas. Como participo de la idea de que un inventario de más de dos respuestas a la misma pregunta inaugura una serie infinita de respuestas, reduzco la serie infinita a las dos más brutales.

En un extremo, está la idea de que los boludos que tenemos un blog creemos, de alguna manera, que estamos alternado la marcha del mundo. Por supuesto, siempre alteramos la marcha del mundo con nuestras acciones, por mínimas que éstas sean. Lo que quiero decir aquí es que: se dice que los boludos que sostenemos un blog lo hacemos con la idea de que nuestras opiniones, puntos de vista, observaciones, réplicas, investigaciones, argumentos, ideas, etc., son de tal peso que contribuimos a los saltos dialécticos en el desarrollo de las ideas en el mundo. Auténticos cuatro de copas con ínfulas de pensadores originales. Ensayistas a la violeta. Descubridores del agujero del mate. Algo así como lo que pinta la metáfora tanguera: un galán de voz gangosa con berretín de cantor. Esta idea suele manifestarse críticamente de muchas formas, desde la académica, por parte de estudiosos del comportamiento humano, hasta la ácida de los humoristas. Este muy buen chiste gráfico de Wolf Toul es representativo de esa idea.




En el otro extremo, está esta otra respuesta: los boludos que tenemos un blog lo hacemos por diversión. Una suerte de entretenimiento que trata de explotar las formas -amplias y laxas- de nuevas tecnologías; tan nuevas y revolucionarias que en ellas está todo por hacerse.

No me avergüenza confesar que mi motivación ha sido principalmente lúdica. Como juego, supera en mucho a otros de reglas rígidas, ya que éste tiene aspectos sorprendentes. Y si no, vea usted: un día me dispuse a disfrutar de unos sándwiches de miga. Un hecho corriente de la vida corriente. El aspecto del paquete abierto, con sus pilas de sándwiches mostrando los colores de los ingredientes, me tentó a tomar una fotografía y, finalmente la visión de la fotografía en la pantalla me motivó a escribir una entrada cien por ciento lúdica sobre los sándwiches de miga.

Con el tiempo, la entrada se convirtió en una de las más populares de este blog y a su pie hay una colección de comentarios muy sinceros y muy sentidos de argentinos desparramados por el mundo, nostálgicos de la patria y de los sándwiches de miga. ¿Qué otro juego da tales sorpresas, agradables sorpresas? ¿Qué otro juego virtual permite acceder a fenómenos, sentimientos, individualidades -por cierto reales- del modo que lo permite éste? Ninguno.

La circunstancia de que esa entrada lúdica y gastronómica sea la más popular del blog (junto con otra sobre las empanadas árabes), y que otras, más presuntuosas digamos, apenas reciban visitas, ¿es un motivo para desesperar? Mi respuesta es un rotundo no. De ninguna manera.

El resultado de la práctica consecuente de este juego que ya lleva algunos años y sobrepasó las quinientas mil visitas ha sido sorprendente: el enriquecimiento de mí mismo. Debo admitir, sin tapujo alguno, que tener este blog me convirtió en pocos años, del boludo aburrido que era al boludo alegrre que soy. Que no es poco. Mis seres queridos agradecidos: esto ha sido para ellos mucho más productivo -en términos de módica felicidad doméstica- que esos paseos por Plaza Francia cuando estábamos al pedo.

En cuanto al papel que sobre la marcha del universo cumple mi blog, ¿a qué clase de boludo le interesaría tal cosa?

Creo que lo mejor es cerrar esta entrada de íntima celebración echando mano a una de las herramientas que más uso en este juego: combinar palabras en décimas aceptables. Me compuse una apropiada para un auténtico -y soberbio- boludo alegre:


Medio millón de visitas
no es un logro menor
que si modesto es el blog
no lo es el que lo edita.
Con mi firma manuscrita
estampo satisfacción
por alcanzar el mojón
que promedia las seis cifras
¡Abran cancha y anchen pista
que áura voy por el millón!


Alfredo Arri (Theodoro)
Publicado originalmente en Theodoro y el perro filósofo.

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sábado, 17 de abril de 2010

Expreso pedido al administrador de las reencarnaciones.

Poesías. Sonetos.

Expreso pedido
(a los administradores de la metempsicosis).


Cuando regrese al mundo con mis futuras vidas,
no me den otras nuevas: que sean esta misma.
Que me mojen mil veces mis pasadas lloviznas,
que me sangren mil veces las antiguas heridas.

Que mis nuevas infancias sean la ya perdida.
Que mis próximas novias reconozcan mis rimas.
Que vuelva a perder todas mis inútiles riñas.
Que me humillen, ¡mil veces más!, mis pasadas huídas.

Que mis fiebres y heridas vuelvan a ser las mías.
Que mis dos alegrías tengan mi vieja risa.
Que ni una sóla lágrima me sea eximida.

No me añadan amores. No me sumen placeres.
No me roben pesares. No mejoren mi suerte.
No me den otras vidas. No me den nuevas muertes.


Alfredo Arri 2007

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